Muchas veces me pregunto "¿Qué estoy haciendo?" en determinados momentos y situaciones. Por ejemplo hoy, en el trabajo, me pregunté a mi misma qué estaba haciendo y no supe qué contestarme.
La desazón que me causa el hecho de no poder responderme esta simple pregunta no tiene comparación.
Porque hoy es uno de esos días en los que no quiero estar donde estoy, que me gustaría estar viajando y mirando por la ventana de un tren distintos paisajes. Me gustaría estar en cualquier otro lugar que no sea el que estoy. Allí comienza mi viaje con la mente. Y me desconecto a tal punto que puedo perder horas y horas, aún cuando debería estar haciendo cosas más importantes (como mi trabajo). Pero me niego, me rebelo, me opongo.
Podría estar creando, podría estar inventando, podría estar leyendo, podría estar pintando, podría estar haciendo miles de cosas mucho más interesantes de las que estoy haciendo ahora. Pero no puedo, la responsabilidad me llama y me crea una obligación.
¿Cuándo podré disfrutar?
La desazón que me causa el hecho de no poder responderme esta simple pregunta no tiene comparación.
Porque hoy es uno de esos días en los que no quiero estar donde estoy, que me gustaría estar viajando y mirando por la ventana de un tren distintos paisajes. Me gustaría estar en cualquier otro lugar que no sea el que estoy. Allí comienza mi viaje con la mente. Y me desconecto a tal punto que puedo perder horas y horas, aún cuando debería estar haciendo cosas más importantes (como mi trabajo). Pero me niego, me rebelo, me opongo.
Podría estar creando, podría estar inventando, podría estar leyendo, podría estar pintando, podría estar haciendo miles de cosas mucho más interesantes de las que estoy haciendo ahora. Pero no puedo, la responsabilidad me llama y me crea una obligación.
¿Cuándo podré disfrutar?
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